sábado, 31 de marzo de 2012

Mech Project 01


Mech Project 01: Desarrollo de asiento. La tina blindada protege al piloto y las unidades de control reconfigurables (RCU) mas los controles principales. El asiento utiliza un sistema de eyección disparado por pyrocord sincronizado por una ECU de disparo único. Las RCU permiten visualizar datos en caso de daño en el panel principal.


Asiento en tina blindada. Se aprecia la manija de eyección y los controles de movimiento.




Detalle de controles: dos joystick y seis RCU reconfigurables.



Asiento sin tina ni controles.




Detalle de cargas de eyección.

sábado, 24 de marzo de 2012

The more you know.

Es probable que algunos de los lectores de éste blog no lo sepan, pero uno de los proyectos actuales de este, su humilde bloguero, implica el retorno a la ciudad y convivencia con la famosa Eva (de quién pueden leer mucho más aquí).

Pues bien, siendo que ella es una ferviente, pero saludable, fan de los autos (el "saludable" puede o puede no, ser sarcasmo), y yo soy un fan de los aviones de combate (nótese la ausencia de intento de disfrazar la palabra “saludable”), decidí hacer esta tabla de conversión de fetiches.

Si a alguien más le sirve, por favor, úsela o expándala conforme considere. Mientras tanto, Ground Control, acepta esto como un tríptico de re-ingreso a la atmósfera.

viernes, 16 de marzo de 2012

En defensa de la mala música.

Era 1984. El año, no la novela.

Fueron los días de mi primera rebeldía musical. La fecha la recuerdo clara y vívidamente. En colores sólidos e inequívocos.

Así de sólidos e inequívocos.

Para ese momento de mi vida, andaría yo sobre los siete años, quizá ocho. Y, como todo buen conocedor de música, sabía que la cosa más padre del mundo era la música que se oía en el tianguis. Pero, porque la vida es injusta, sin embargo, a esa edad mi librería musical estaba determinada por lo que mis padres aceptaran comprarme.

Mis padres siempre fueron tolerantes con mis gustos musicales. Con lo que no eran tan tolerantes era con el tiempo en el tocadiscos. Mi padre lo acaparaba los domingos durante el almuerzo (ahí aprendí a amar al son huasteco) y mi madre lo acaparaba el resto del tiempo (de ahí mi gusto por los Platters, los Carpenters y los Creedence).

Pues bueno, poco después de haber comprado el sólido e inequívoco disco, mis padres accedieron a comprarme otro. Uno que me pareció entonces el epítome de la mejor música del planeta. A mi madre, desafortunadamente, no. Obviamente en ese momento no conocía la palabra “epítome”, pero siendo que ya pasaron veintiocho años, la expresión “la más padre del mundo” ha perdido mucho punch.

Cuando me negó el permiso de cambiar el disco de nuestro Packard Bell (¡con cambio de discos automático de hasta tres LPs!) tuvimos uno de esos diálogos que seguramente estarán en mi resumen final cuando esté muriendo. Le dije: “Pues mi disco es mucho mejor que esa música vieja que escuchas”. Ella me repsondió: “De tu música no se acordarán en unos cuantos años, la mía se seguirá escuchando siempre”.

Eso me puso a pensar en Lady Ga-Ga. y que si somos extrictos, no es muy diferente de una Madonna en sus inicios... Antes de que cierren su browser y me borren de su historial, déjenme terminar.

Concuerdo. La música de hoy tiene una gran, enorme, imperdible e inignorable™ necrosis en gran parte de su catálogo. Pero decir que toda la música actual es mala no sólo es injusto; es de una autoceguera que ya quisiera el Caballero de Dragón (estrellita para ti si captaste esa referencia, además, eres bien ñoño).

Si. Durante la última década del siglo pasado hubo un muy fuerte renacimiento en la música. Que tu Nirvana, y que tus Stone Temple Pilots, y que tu Pearl Jam, y que tu Radiohead y que tu quien gustes. Pero no olvidemos que también tuvimos a tu Haddaway, y tuvimos a tu Aqua y a tu whatever. Si, fue una época fabulosa para la música. Pero como alguien dijera por ahí, por cada Pearl Jam, tenemos veinte Creeds.

Ahora, aquí no hay nada nuevo, salvo que da la impresión de que hoy en día, no son veinte, son setenta, y en una enorme cantidad de casos, ni siquiera llegan a Creed. La palabra “artista” ha sido reemplazada por “famoso” en una época tecnológica de poca memoria en la que una Paris Hilton, un Justin Bieber o una Rebecca Black consiguen sepultar en hits de Youtube a unos Beatles, un Led Zepelin, un David Bowie.

La queja sigue siendo esa. La música basura, al ser consumida por la masa, opaca a la buena música.

Pues bueno, sinceramente, ya me cansé de escuchar tales quejas.

Fanáticos: Yo se que ofende encontrarse a un tipo en el metro con una playera con el sello de los Estados Unidos y que en lugar de la obligatoria leyenda Los Ramones, diga Pxndx (eso nisiquiera es una palabra… aunque Lynrd tampoco).

No. Dije The Ramones… !THE RAMONES!

Ofende que un montón de pubertos consideren que Glee es el mejor grupo del mundo por la cantidad de puestos altos en las listas que han tenido (no, “cover” y “autotune” son dos conceptos demasiado complejos para sus impresionables mentes).

Pero la verdad es que no fuimos mejores. Fuimos pubertos que en nuestro momento consumimos gustosos la basura que nos pusieron enfrente. Algunos podrán decir que no, que siempre amaron [inserte aquí su género favorito]. Algunos podrán acusarme de apologista por mi botaneado gusto por algunas canciones de Thalía (que jamás he negado).

Pero por un lado, dos de mis amigos más recalcitrantemente metaleros fueron vistos bailando muy gustosamente a Selena y La Matraca (ustedes saben quiénes son, no diré nombres, no se quemen en los comentarios). Y por otro lado, quien no ha buscado la vida en otros géneros y otras expresiones, ¿cómo puede saber qué es lo que realmente le gusta?

No pretendo decirle a la gente cómo escuchar su música. Por favor, vayan y disfrútenla. Pero porque Paul Simon escuchó un cassette prestado, terminó en Mombaza y grabó uno de los mejores discos de la historia con influencias muy separadas entre sí (Graceland, Paul Simon, 1983).

Miren, la situación, según la veo, va así: todas las épocas, todas las generaciones, tienen su música basura. Quizá el primer grupo musical diseñado específicamente para agradar a un grupo demográfico fueron los Monkees, pero no olvidemos que los Beatles pudieron llegar a donde llegaron gracias al manejo de Brian Epstein.

Cierto que hoy en día tenemos una exposición mediática enorme a la basura. Ver un video de Nicki Minaj es lo mismo que meterse thinner en el cerebro, y no lo digo metafóricamente. Lo digo como inyectarse thinner directamente al cerebro. En serio, hace parecer educada y sofisticada a Missy Eliott (no, no hay link. Les tomará 10 segundos hallar el video, pero no quiero cargar con los espíritus de esas neuronas).

Esto se debe a que hoy en día tenemos también toda la calidad a la mano. No importa qué quieras escuchar. Está en la red. ¿Y si quieres comprar esa canción en particular? Hay tiendas a la mano. O incluso lugares donde te regalan la música (ya saben que lugares, no te hagas). Antes, conseguir una canción significaba comprar el disco completo o esperar paciente (y estoicamente) a que la pasaran en el radio. Hoy en día son sólo unos clics. Es obvio que con las cosas buenas, también vendrán cosas no tan buenas, pegadas.

Mi punto en resumen: hay muchísima basura porque también hay muchísima música de calidad. Si tenemos a la mano tooooooda la librería buena, es natural que venga pegada toooooda la mala.

Cierto: Las herramientas para transferencia de información entre personas hace que todo sea inmediato y en la cara. Serás expuesto, de un modo u otro, a la canción o el video del famoso de moda (nótese que usé la palabra “famoso” en lugar de “artista”. Casas disqueras: les juro que no es lo mismo).

Pero vamos, recordemos que en nuestro tiempo hubo Ice Ice Baby y Can’t touch this. Hubo Cherry Pie y Girls Girls Girls!, hubo Lambada, hubo Macarena y hubo Aserejé. La única diferencia es que era más difícil conseguir una canción.

Nos engañamos a nosotros mismos cuando pretendemos que la música antes era la mejor. La música siempre ha sido buena y mala. Siempre ha sido música trabajada y música para consumo con fecha de caducidad.

Ejemplo típico y citado en más de una publicación: uno de los mejores años para el rock fue 1969. Led Zeppelin I y II, Velvet Underground (homónimo), Debutan The Stooges, Bob Marley, Carlos Santana. Creedence (Green River y Willie and the poor boys). The Beatles (Yellow Submarine y Abbey Road), The Who (Tommy), King Crimson (in the court). Además, ese concierto del que han hecho una o dos películas en Woodstock, N.Y.

Uno creería que con una librería así, la canción dominante sería de, por lo menos, cualquiera de los mencionados. Pero no. La canción dominante de ese año fue una canción diseñada para vender más comics.


No, el crossover con punisher en los 90’s no los redime.

Los Archies no son una banda real. No tienen un segundo sencillo y aún así, es la canción #1 en los Hot Hits de Billboard en uno de los años más importantes de la música… que Beethoven ruede sobre eso y que alguien le avise a Tchaikovsky (otra estrellita si reconoces las dos referencias).

La única razón por la que la música en el pasado parece mejor, es porque la basura no trasciende. No cualquier artista sigue siendo vigente tras décadas y décadas. Aunque también es cierto que tras una continua repetición, canciones que en su momento fueron geniales terminan siendo un lugar común (Hotel California, The Eagles, 1976). Sin llegar al punto hipster, es cierto que el consumo masivo puede convertir una obra interesante en un poster de papelería. Pero es a lo que se arriesgan las obras longevas: Star Wars, U2, Madonna, Los Simpson, los pokemones.

No. Dije Pokemones… !POKEMONES!

Ahora bien: Hace unos años VH1 realizó una encuesta a varios músicos importantes sobre cuál es su artista favorito en términos de espectáculo sobre el escenario. La lista realmente fue interesante y al final, antes de revelar a los dos primeros, el comentario antes de comerciales fue: “Ustedes ya saben cuáles son los dos que faltan… lo interesante es saber en qué orden”.

El día que mi madre me dijo que mi artista sería olvidado y los suyos no, vino golpeando mi memoria. Ese día yo abogaba por el Thriller de Michael Jackson. Número dos de la lista. Ella no me dejó porque quería escuchar el Yellow Submarine de los Beatles. Números uno de la lista.

Cierto, sus artistas eran mejores que el mío. Falso, no se olvidarían de Michael Jackson en muchas décadas aún por venir. Me permito declarar un empate.