miércoles, 31 de diciembre de 2014

No me gustan las montañas rusas.

Como dije hace mucho tiempo, mi ilusión de niño era ser piloto militar. A los 11 años me subí por primera vez a una montaña rusa. Ese día supe que jamás sería piloto ni de boiler, así que me hice ingeniero en robótica (un paso obvio, como puede apreciarse).

Le tengo tal miedo a las aturas que mi control resbaló varias veces por el sudor de las manos en  Mirror's Edge (para los que no juegan, es un videojuego de parkour de una chica corriendo en las azoteas de rascacielos en una ciudad que parece Mérida, Yucatán, de tan blanca).

Hace unos años me obligué a mí mismo a subirme al Supermán en Six Flags. De ello saqué la experiencia de romper mis miedos, la inequívoca confirmación de que siguen sin gustarme las montañas rusas, y una fotografía que guardo para bajarle la depresión a la gente (en serio, si algún día tienen la necesidad de una buena carcajada, sólo pídanla).

Bueno, este año fue una gran montaña rusa. No en el lugar común de "altos y bajos"; mas bien como en "terminar con los pulmones vacíos de tanto gritar, con las manos acalambradas por al fuerza con la que te sujetaste a tu apoyo, y a nada de mojar los pantalones"

Nunca me he rajado ante un reto. Vivo de esa adrenalina (lo que no siempre es sabio), pero este año si exageró. Sin embargo las cosas van poco a poco encarrilándose. Las montañas rusas no son tan malas, sólo no las soporto, Preferiría algo igual de rápido, pero con menos altibajos.

Sería fabuloso si este año que comienza fuera mejor una pista de go-karts. La misma velocidad, pero con menos gritos y más alegría. 

Sip, ojalá este año nos veamos todos en la pista.

domingo, 18 de mayo de 2014

Sin dedicatoria.

Por un rato, siéntate y déjame contarte algo que hace mucho quería decirte.
Desde niño me gustaba imaginar que el rastro de las gotas en la ventanilla del autobús era la luz de las estrellas mientras viajábamos en el espacio. Era yo aún muy joven para saber que, de ir a tal velocidad, la luz tendería a un color plano por el efecto Doppler, in embargo, hoy sigo disfrutando mirar cómo las gotas dejan líneas oblicuas al rozar la ventanilla; las luces distantes pueden ser constelaciones lejanas que parecen estáticas por el efecto paralax. He crecido, pero sigo siendo un niño.
¿Sabes?, me has acompañado en todos mis viajes. En todos ellos. No debieras sorprenderte; un viaje siempre se disfruta más acompañado.
Me gusta platicar contigo mientras te imagino al lado Me conoces: cursy como soy, a veces me apeno yo mismo… aunque sé que te gusta oírme así.
Has estado en mis viajes, en el asiento de a lado. Has mirado la ventanilla con el mismo asombro que yo, con la misma curiosidad y con la misma sensación que da abrir un regalo.
Igual que los destinos de nuestros viajes, has cambiado de nombre y rostro continuamente; "te voy a cambiar el nombre" dice la canción, que, bien sabes, es el tema de uno de nuestros amigos. Tú lo hiciste a tu modo, cambiaste tu nombre y tu identidad, creaste una nueva hoja de personaje cuando hubiste de irte y después regresar como la chica de Diablo Guardián, que tanto has odiado y amado en secreto.
Conocí tu primer nombre cuando conocí tu piel. Bajaste conmigo de Amecameca. Tenías ya un nombre muy distinto cuando me prometí que cruzaríamos juntos los túneles de Guanajuato, tan crudos, tan de mina.
Después te fuiste, y regresaste con otro nombre y otro rostro para darme una razón para volver de mi peregrinar por el desierto. No lo sabes, pero gracias a ti regresé mucho antes de lo que imaginé, aunque, mientras cerré y abrí los ojos, cambiaste los tuyos y, entonces, me diste una razón para seguir viajando, no para regresar a casa... ¿Cuál casa?, si ya no sabía dónde se encontraba. Ahí estuviste tú, conmigo en la ladera de la paz.
Casi no te reconocí cuando, tiempo después, tenía ya mi familia; cuando llegaste para darme esa lección tan importante, pero tan costosa. No me verás admitir lo mucho que me dolió, pero tampoco lo mucho que me hizo madurar. Es quizá por eso que te recuerdo con tanto cariño en tu siguiente nombre, cuando estuviste ahí para consolarme y... bueno, en realidad sólo para consolarme para después irte y dejarme con la tranquilidad de saber que algún día regresarás…
Con otro nombre, espero.
Algunas veces creo reconocerte entre la gente. Escucho tu risa nueva y me pregunto si eres tú en realidad, si vamos a continuar jugando a que cambiarte el nombre. ¿Cuántas veces más?
A veces creo que es el miedo el que me pide que siga jugando; miedo a perderte de nuevo, o de que te aburras del juego y te vayas definitivamente,  pero después recuerdo que seguramente tú estás tan asustada como yo y sólo pretendes estar segura de lo que haces.
Como quiera que sean tu rostro y tu nombre, tu risa y tu mirar, si aún tienes pensado seguir jugando, sólo voy a pedirte que no olvides que es un juego y que al final del camino seguiré aquí. Tómate tu tiempo; después de todo, el camino continúa mientras las gotas de agua sigan dejando líneas en la ventanilla.