sábado, 7 de julio de 2012

Leer y escribir.


Escribir no es fácil. Requiere un poco de técnica, un poco de ortografía, un tema interesante sobre el cuál escribir y una plataforma desde la cuál hacerlo. Requiere un cierto compromiso, tanto para uno como para una hipotética base de lectores. Requiere además, algo con lo que no todos nacen. 


Un poco de técnica puede aprenderse en un curso y ganar maestría con más cursos y mucha práctica. La ortografía puede conseguirse parecido, o tomar el camino arriesgado de la corrección ortográfica del editor de texto (aunque confunda "torreta" con "tortea", produciendo tutoriales de Starcraft sumamente incómodos).

Respecto al tema interesante, es una mera situación de perspectiva y gusto personal. Los caracoles pueden ser un tema apasionante para un cierto nicho, y siendo que un blog es completamente gratuito hoy en día, tanto plataforma como tema quedan al completo gusto del escritor.


Del compromiso, obviamente requiere tiempo, paciencia y disciplina. Aunque también una cucharada de contención. Si escribes mucho, te diluyes. Si escribes poco, pueden pasar dos cosas: si eres malo, te olvidan, si eres bueno, te puede dar el síndrome del Chinese Democracy (también conocido como el Efecto Duke Nukem). Pero el hecho es que vas creando una suerte de lealtad que te va impulsando a seguir escribiendo.


La verdadera parte compleja se encuentra en esa parte con la que tienes que nacer. Tienes que nacer con hambre de letras. Con un fuego que te obliga a gritar cosas. Con la necesidad de comprtir lo que piensas. Con el gusto por escribir.


Hay quien gusta de las historias, sin importar si es en letra, imagen o sonidos. Quien gusta de beber las ideas de otros. Quien simplemente no puede vivir sin leer. Escribir es una situación diferente. No importa en realidad el tema, el estilo, el medio. Lo que importa es dar salida a todas las ideas que se agolpan como gente a la entrada de una estación concurrida del Metrobús (disclaimer: sólo hablo del de mi ciudad, nunca me he subido al de León, pero cuento con que allá sean más civilizados). Es, para usar una muletilla popular aunque setentera: ...es que todos sabemos leer, pero pocos sabemos escribir (Querer y Amar, Manuel Alejandro/Ana Magdalena, 1977).


No. Tampoco estoy diciendo que seamos sólo unos cuantos los elegidos. El llamado es muy común, sólo que no todos lo siguen, y aún si lo siguen, no hay ninguna garantía de llegar a ser bueno. Es un proceso largo, cansado, lleno de raspones y críticas de las que nos hacen replantearnos la vocación mientras repartimos volantes en la Alameda (larga historia, no pregunten). Pero es un camino que se sigue gustoso, desde el bloguero con menor audiencia hasta el escritor laureado, pasando por el atormentado escritor maldito. Aunque ellos digan que no.


Pero ojo: así como existe la abeja, existe el quijotillo. Así como existe Pearl Jam, existe Creed. Así como existe la mantequilla, existe la margarina. Así como existen los vampiros, existen las hadas de Twilight. Así también, existen los escritores y los hambrientos de atención.


No es denuncia ni descarte. Escribir es un proceso tardado que toma años y mucho esfuerzo el completar. Si es que existe un final para ese proceso. Hay a quienes nos toma más tiempo que a otros y hay quienes simplemente lo logran al primer intento. Pero el factor común es el que todos escriben por el placer de hacerlo. No por las visitas, ni por las fans o las groupies (los escritores famosos también tienen groupies, ¿cierto?). Cuando lo que se busca es atención, se descarta el estilo para favorecer a la controversia. Afortunadamente, es ahí donde la tecnología nos permite un cierto grado de separación.


Explico con una palabra: tl;dr.


Bueno, extrictamente, no es una palabra, es una de esas rarezas que de pronto un día llegaron, se mudaron a la calle donde las demás palabras viven y, a ciencia cierta, las otras palabras aún no saben qué pensar. Si son buenos vecinos, si devalúan el vecindario, si quieren que su hija salga con el hijo geek de los nuevos vecinos.


tl;dr significa, acordemente, "muy largo, no leí". La gran mayoría de la comunicación escrita es inmediata, tiene una fecha de caducidad sumamente corta y suele ser sepultada en un continuo flujo de información.


Twitter, que es la versión evolucionada de la paloma mensajera, mide un máximo de 140 caracteres. Perfecto para mensajes instantaneos, avisar dónde andas (porque el mundo no puede vivir sin saber que ya llegaste al cine). Facebook es un poco más estable, sus aguas son mas calmas porque su información debe ser un poco más duradera. Links, videos, fotos familiares. 


En ambos casos, el escribir es más una función práctica que una artística (perdón si suena pretencioso, hablo enteramente de la intención, no del resultado). En el caso de un blog (y cosas más clavadas), la información es más permanente. Aunque el tema tenga fecha de caducidad, la longitud del texto y el tiempo entre posts le brindan una cierta permanencia.


El poner al alcance de todos una plataforma de difusión trae la enorme ventaja de permitir a cualquiera expresar sus ideas. Pero tiene la enorme desventaja de que cualquiera puede expresar sus ideas. En otras palabras, un martillo puede servir para construiri una casa, o para matar a alguien.


...pero si ese alguien es un zombie, entonces no hay problema.


Hace muchos años, cuando yo era niño, tan atrás en la historia que incluso Cine Permanencia Voluntaria era en Canal 4 y no existían los doblajes, sólo los subtitulajes (y así nos gustaba, damnit!), no cualquiera podía escribir. El poder publicar un texto se antojaba formal y docto. Un logro digno y valioso, por tanto, cualquier cosa que estuviera en un libro debía ser cierto, o por lo menos, haber sido revisado por alguien competente (Por eso J.J. Benitez llegó a donde está).


Si bien un libro no era palabra del Señor, si tenía una dignidad y autoridad como la que separa a los choferes de microbus de los pilotos de aviones de pasajeros. Pero eso fue en el pasado.


Hoy en día, publicar un texto y llevarlo al público general*, toma sólo algunos pasos. Y, nuevamente, eso no habla de la calidad ni para bien ni para mal. (*El publico general debe contar con una conexión a internet y un dispositivo para visualización de texto. CAT 0% informativo). 


La enorme diferencia se encuentra en el esfuerzo que requiere uno contra otro. Escribir en un blog requiere mucho menos esfuerzo que escribir un libro. Pero definitivamente mucho más esfuerzo que enviar un twit. Por ello, de montones de blogs que se abren cada año, sólo unos cuantos sobreviven al primer año, incluso al primer mes. Eso funciona como un filtro.  Sin establecer un juicio por la calidad del contenido, el que un blog se mantenga por un cierto tiempo habla del compromiso del escritor. Ese ya es un buen punto.


Para algunos, escribir es una necesidad. Aunque no siempre se tiene el tiempo, no siempre se tiene el tema, no no se tiene aún la capacidad, regresamos a la (metafórica) pluma y hoja blanca. Regresamos aunque hayamos estado lejos por meses, o años. Es una voz detrás de nuestra cabeza, a veces susrrando, a veces gritando, a veces cerrando Reforma. Es una voz a la que vale la pena escuchar.


No cualquiera gusta de escribir. No cualquiera es bueno. No cualquiera tiene algo interesante que decir. Pero cuando esas tres se conjugan, uno puede llegar a encontrar uno de los grandes placeres de la vida, y, gracias a que existen las plataformas públicas, uno también puede llegar a encontrar un segundo placer, que es el de compartir con los lectores.