Dice la fecha aquí arriba, al compararla con la fecha de la entrada
anterior, que han pasado dos meses desde
que escribí algo aquí. Si no fuera porque las fechas no mienten, no creería que
han pasado arriba de un par de semanas.
La mera verdad es que me la he estado pasando muy bien en nuestro
proyecto, y, entre la organización, el ver cómo va creciendo y lidiar con todos
los nuevos problemas de los que ni idea tenía, no he encontrado tiempo de
calidad para escribir aquí.
Bueno, algunas veces, cuando no encuentras tiempo, tienes que hacerte
tiempo. Por eso escribo desde el comedor de mi oficina (aunque lo suba por la
noche).
Obviamente no todo ha sido miel sobre hojuelas. Parece ser que los
escritores de este sitcom que es mi vida, decidieron que a casi todos los
personajes importantes nos iría mal durante Octubre. Aún así, encontramos cosas
interesantes qué decir y contar. Y, finalmente, poco a poco fuimos encontrando
razones para seguir echándole ganas.
...malditos escritores.
Pero me desvío. Déjenme contarles algo medio curioso: por mi trabajo,
tiendo a ser ligeramente neurótico con los procedimientos, resultados y
agendas. Tengo una firme convicción (mis allegados dicen que raya en el
desorden obsesivo compulsivo) de que pocas cosas existen que sean más
importantes que el compromiso con la tarea que uno se impone. En otras
palabras, las cosas se hacen bien o no se hacen.
Eso suele traer problemas cuando me veo obligado a trabajar en equipo
con gente que tiene un nivel de compromiso más... casual. Más de una vez he
preferido cargar con un proyecto a cuestas yo solo, que confiar en gente que no
me parece igual de comprometida. Como ya he expresado antes, esa es una de las cosas por las que amo mi trabajo actual,
porque trabajo con gente al mismo nivel de compromiso (a veces pienso que
más...'chesenfermos).
Hace algunos años, allá por el lejano 2000, tuve la oportunidad de
colaborar en la formación de un grupo muy dinámico y con gran potencial. El
Dado Norte fue una gran época en mi vida, y, hasta el día en que hube de dejar
el grupo, fue una de las mejores experiencias creativas en las que he
participado.
Aunque gran parte de ese grupo se transmutó en lo que hoy es Letras con
Pelotas (más otros nuevos colaboradores), mentiría si dijera que somos el viejo
grupo. Letras con Pelotas es algo muy diferente de lo que fuimos, por el mero
hecho de que ninguno de nosotros es la persona que fue hace 10 años.
Aunque siempre estaré orgulloso de todo lo que hicimos en esos ayeres,
he llegado a la conclusión de que, si en ese entonces, hubiéramos intentado
algo cercano a lo que estamos haciendo hoy, simplemente no hubiera prosperado.
Mi sentir es que ninguno de nosotros tenía realmente la experiencia, el
colmillo, la madurez, o siquiera algo interesante que contar. Éramos pues, aún
muy jóvenes y no poseíamos una perspectiva completa de muchos de los temas que
estaremos hablando.
Incluso tengo la teoría que tampoco estaba capacitado antes de dejar
Clavería.
No pretendo decir que soy o no un buen escritor. El llegar a serlo es un
proceso largo. Creo que voy por buen camino, pero eso no significa ni por error
que ya esté en la meta. Me gustan mis escritos. Sé que existe gente a la que le
gustan mis escritos, pero creo que son sólo escalones de una escalera mucho más
grande.
Veremos cómo se desarrolla el proyecto. Procuraré irles platicando aquí
la visión desde la cabina de control, pero recomiendo muy fuertemente que vayan
al sitio y le echen un ojo a los otros colaboradores. Todos tienen algo
interesante que contar, y todos tienen su propio estilo para contarlo.
Como dijera Ariel Roehuesos: gracias por leer, y gracias por leernos.
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