martes, 1 de febrero de 2011

Los otros juegos.

Muchos ayeres ha, casi para cumplir un año en la universidad, creo, me dio por escribir.

Por supuesto, y como casi todo chavo de esa edad, estaba seguro, no solo de que sabía como plasmar mis ideas en texto, sino también de que lo que tenía que decir era la verdad que la humanidad esperaba... o por lo menos tenía una importancia estética que no debía ser descartada.

Y oh! fortuna! que caminando por los pasillos de mi escuela, encontré anuncios para el nuevo taller de creación literaria. Ahora, que hacía un taller de creación literaria en ESIME Azcapotzalco? es algo que aún no comprendo.

No se malentienda. La ESIME Azcapo, en esa época, no estaba llena de maleantes guarros, cavernícolas y primitivos. Solo estaba llena de estudiantes guarros, cavernícolas y primitivos que aún no dejaban (mos) la adolescencia del todo atrás; gracias a Dios, teníamos CELEX, escuela de idiomas que brindaba al campus mas mujeres que las pocas dos o tres mujeres por grupo de 35 gañanes.

En ese ambiente fue que llegó a la escuela Edwin. Una mezcla mutante entre René Franco y Nicolás Alvarado. Con voz de hijo de James Earl Jones. Y alrededor de él, una banda por demás extraña de personajes que se convertirían en una familia para mí. Si fue un grupo de amigos más importante que los de la ESIME, habría que ponerlo a cuidadosa evaluación. Sí, los amigos de la universidad son críticos a lo largo de esos y varios años posteriores, pero pocas veces he crecido tanto como persona como crecí en compañía de Edwin, Jafet, Lola, Ana y el resto de la banda de literatos baratos.

Verán, fue una época muy intensa.

Vivía en San Cristobal con mis padres; por ello, para llegar a clase de 7, me tocaba salir de casa un poco antes de las 6 am. Después, terminar clases a la 1 pm. ir al taller de creación, salir a las 3 o a veces mas tarde. Después, tomar clase de inglés una o dos horas, dependiendo del bimestre, después ir al laboratorio de robótica o el taller de CNC dependiendo de cuál año fue. Y posteriormente irme al gimnasio de Zacatenco al entrenamiento de Kendo a las 730 pm. Llegar a San Cristobal a saludar y dormir.

Sí, fue muy matado, pero en esos días fue que conocí el Rol, Mano Negra, aprendí a pelear usando una espada, fue mi primer encuentro con una novela gráfica y mas importante, conocí a Lovecraft.

Y sí, lo admito. Fui un poco mas ñoño que el ñoño promedio.

Ahora. Quienes han seguido este blog, probablemente sepan ya que amo mi carrera y amo mi trabajo. Pero es un poco menos conocido (solo un poco), que estuve a nada de cambiarme de carrera.

Estaba ya iniciando el cuarto semestre de la ingeniería, si recuerdo bien, cuando comencé a sentir fuertes dudas de mi vocación. Entre las prácticas pobres en cuanto a experiencia, las tareas que tenían mas de requisito que de aprendizaje, los profesores inexpertos en el tema, pero políticamente conectados para ser jefes de carrera, y los equipos insuficientes para el tamaño del grupo, comencé a preguntarme si no sería un mejor periodista.

Si hoy en día tuviera que elegir mi escenario ideal para un universo alterno, sería uno donde sí seguí a Ana a Ciencias de la comunicación, y me gano la vida como corresponsal en zonas de conflicto.

Comencé a investigar lo que requería para cambiarme de escuela, ensayaba lo que diría a mis padres, y pasaba mucho de mi tiempo preguntándome si era en verdad lo correcto o por lo menos lo conveniente. Pero a veces las cosas siguen su propio curso sin pedirnos opinión.

Cierto día pasé por la oficina del coordinador de robótica y como mera oportunidad, me preguntó si no estaba interesado o si no sabía de alguien que quisiera hacer su servicio social en el laboratorio de robótica. Y de esos impulsos, le dije que con gusto me proponía como candidato. Al día siguiente esaba comenzando mis obligaciones como prestante en el laboratorio.

Y me aburrí de muerte. Mi labor consistió en hacer un levantamiento de entradas/salidas de los robots y manipuladores del laboratorio, o documentación, o ayudar a calificar exámenes de estudiantes semestres arriba de mí. Pero, una tarde que el profesor se fue temprano (y dejó cerrada su oficina y no podía entrar a internet en su poderosa HP 486 con Netscape) me puse a jugar con uno de los manipuladores. Ahí supe que no necesitaba cambiarme de escuela, estaba en la carrera apropiada, lo que sobraba eran las clases y los maestros.

Me tomó mucho tiempo hacer el servicio en el laboratorio de robótica, me tómo un poco más aún hacer mis prácticas profesionales en el taller de CNC, donde no solo tenía un cajón con llave para mí, además tenía una PC a mi disposición. No es que no juntara las horas, es que necesitaba un pretexto para seguir rondando esos lugares.

El primer curso que dí en mi vida, fue de CAD/CAM. Lo di a un grupo de profesores del mismo taller en el que hacía mis prácticas. Mi primer trabajo, que me llegó sin buscarlo, fue para Festo, donde me coloqué por recomendación del profesor que me supervisaba en el laboratorio de robótica.

Si, claro que jugaba videojuegos.

Hay una canción de los Vengaboys, Up and Down y sonaba en el radio en ese entonces. El tono con el que inicia era idéntico al tono que hacía la alarma de "misil por radar" en mi simulador de F-15 (no recuerdo ni el nombre ni el estudio ni nada, venía de regalo en una revista, sorry). Cada vez que sonaba la canción en el radio volteaba a ver la zona donde estaba el radar; no importa que estuviera dibujando en AutoCAD, que estuviera escribiendo en Word... o que viajara en el micro.

Pero en esta época en mi vida, mis juegos eran el SLC-100 (Rockwell Software) y el MELDAS (Fanuc, creo). Esos los jugué hasta terminar la campaña single player, obtener todos los achievements y aprender lo necesario para las secuelas. Hoy en día tengo las iteraciones mas recientes de Rockwell. No importa si es RS Logix, Factory Talk o Intouch (Wonderware). Tampoco le hago el feo a los juegos de la compañía rival, como STEP-7 (Siemens) con los que me crié en otra época, pero en general, esos son los juegos que mas he disfrutado.

Afortunadamente no me cambié de carrera, solo de modo de llevarla. Si se dan una vuelta por mi boleta verán que mis calificaciones son, cuando mucho, mediocres. Intuí que era mejor usar mi tiempo para aprender nuevos trucos en un PLC que estudiar para un examen. Quizá, como muchas veces antepuse mi propio placer a la responsabilidad de lo que se esperaba de mí, pero fue justo en esa época que aprendí que calificación no es lo mismo que capacidad, que inteligencia no es lo mismo que sabiduría, que precio no es lo mismo que valor y que Lovecraft es su padre, güeyes!

(ehm... creo que me dejé llevar en lo último pero no por eso es menos cierto).

Como dije antes, no le digan a mi jefe, porque probablemente seguiría jugando estos juegos aunque no me pagaran.

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