domingo, 23 de mayo de 2010

El Semestre de la Sequía.

Tres semanas antes de salir de la secundaria estaba 100% seguro de que quería ser un abogado el resto de mi vida.

No, en serio. Quería ser abogado.

Dos semanas antes de salir de la secundaria, por esos azares del destino, me cayó una regresadora descompuesta a las manos. ¿Que qué es una regresadora? Es un aparato donde pones las películas (beta o VHS) para reembobinarlas. Quizá reembobinadora sería más apropiado, pero como el Word me marca ambas como palabras desconocidas, me quedaré con el nombre común. ¿Qué qué es una beta o una VHS? Ahí sí, mejor googlealo... bueno ya, te ayudo.

Me crié en un taller mecánico. Así que desde niño se me inculcó la curiosidad de saber “como son por dentro las cosas”. Mi padre tenía a bien llevarnos “a trabajar” algunos sábados a mi hermano y a mí. Por supuesto, trabajar, siendo que yo andaba sobre los diez o doce años, mi hermanos entre los seis u ocho, en realidad era un pretexto que usaba mi padre (en complicidad con mi madre, estoy seguro) para acercarnos a él.

“Nos levantamos muy temprano” (las 8am)
“Desayunamos muy ligero” (porque después almorzamos cerca del taller)
“Trabajamos hasta medio día” (yo a leer manuales y mi hermano a desarmar piezas descompuestas destinadas al fierro viejo)
“y de lo que les dé, le dan gasto a su madre” (difícilmente el 10%)

Por eso mismo cuando me dijeron “ya la vamos a tirar, porque no sirve” la pedí para mi curiosidad. La revisé, encontré el problema, y con un poco de creatividad (y plastilina epóxica), la hice funcionar de nuevo. Esa regresadora (con forma de carro) terminó siendo usada hasta el día en que finalmente erradicamos al VHS de mi casa.

Esa fue una de esas situaciones que crean universos paralelos. En otra dimensión, seguramente, en lugar de estar sentado escribiendo este texto, estoy escribiendo un amparo o una ley… o eso que hacen los abogados, lo siento, no tengo idea.

Del mismo modo que el mundo cambió cuando a Hitler lo rechazaron de la escuela de pintura, o a George Lucas le negaron los derechos de Flash Gordon, de ese mismo modo (salva sea la diferencia) me cambió la vida. Dos semanas antes de decidir qué hacer con mi vida, decidí cambiar radicalmente el plan trazado. El abrir y reparar los sutiles mecanismos de una regresadora me procuraron un placer que hasta ese momento los motores de mi padre no habían podido.

Aunque varias veces he declarado abiertamente que nunca fui buen estudiante, eso es verdad solo a medias. Primaria y Secundaria fueron pan comido (aunque.. ¿para quién no?). Fue al llegar a la vocacional (finalmente seguro de que quería ser ingeniero en electrónica) me encontré con una fría realidad. Yo no era un estudiante estrella.

Mi primer semestre lo sobreviví. Me fue muy difícil entender que ya no era yo el mejor estudiante de mi grupo en matemáticas y ciencias. En la vocacional en ese entonces, salvo un par de materias, todo era alguna versión de ciencias. Aún así, tras mi primer año, me encontré a nada de ser expulsado.

Arrastraba una materia del semestre anterior. Reprobé otras dos ese semestre. Una de ellas… bueno... Según yo, alcanzaba los 18 puntos en tres exámenes, por eso rechacé la propuesta del maestro de intercambiar un libro para la biblioteca de esa academia por un punto.

Seguro de mí, regresé a mi casa (vivía muy cerca de la escuela en esos días) y revisé mis viejos exámenes para estar seguro. Tres minutos después salía a toda carrera a la escuela con todos los libros de esa materia (no sabía cuál iba a querer el maestro). Sólo tenía 17 puntos.

Cuando llegué al cubículo el maestro ya se había ido. Las listas ya estaban en control escolar. Oficialmente estaba fuera de reglamento. Esto es, no podía apuntarme al siguiente semestre hasta no limpiar las materias adeudadas. Podía inscribirme si debía dos materias, pero forzosamente debía aprobar la que arrastraba del semestre anterior. En otras palabras, FUBAR.

Ese mismo día, porque la vida es muy extraña, ocurrirían muchas otras cosas. Una de ellas debiera marcarse en mi vida como un hito por una importancia que en ese momento no supe ver. Y sin embargo, la situación de la escuela era tan grave para mi percepción de ese entonces, que simplemente el estar fuera de reglamento dominó cualquier otra situación de ese momento. Mas o menos como cada que habrá un nuevo impuesto, y en las noticias publicitan la boda, la muerte o el escándalo de algún famoso.

Ahora, situémonos. Es obvio que era yo una persona madura (ajá) responsable (ajá) y más que nada, dueño de mi destino (jajaja). Por eso, después de que llegué con mi madre con la cola entre las patas para decirle que estaban a punto de expulsarme, fui a la iglesia a hacer un juramento. El último que haría en mi vida… O al menos el último a una deidad. Sí. Mi madurez no daba para más.

Juré no volver a jugar videojuegos hasta no componer mi problema en la escuela.

Esa tarde fui con mi hermano a despedirme. Adiós al Final Fight. Adiós al Kung Fu Master, Adiós a DJ Boy… pero más que nada, adiós al Task Force Harrier.

La despedida no fue dramática, pero si melancólica. Sabía que pasaría mucho tiempo, quizá tres semanas, antes de volver a tomar un control. Ese día terminé finalmente el DJ Boy con una ficha... el Task Force Harrier… con muchas.

Regresé a casa y me puse a estudiar.

A pesar de que mi hermano jugaba en la misma habitación todo el tiempo Kung Fu Master en el NES.

A veces sospecho que no me quería.

Fue una época muy dura. Aprender a diseñar elementos de medición sólo con unas cuantas resistencias y un galvanómetro es un poco más complejo cuando estás sufriendo síndrome de abstinencia. Sin embargo, estaba yo tan seguro de que quería ser ingeniero en electrónica que puse todo mi empeño en pasar esos exámenes.

Sin importar lo mucho que quería jugar Final Fight.

Sin importar lo mucho que quería un Super Nintendo.

Sin importar que mi hermano no dejaba de jugar Kung Fu Master y algún nuevo Megaman.

Sin importar que Club Nintendo avisaba que el SNES tendría su unidad de CD-ROM desarrollada por Sony (El problema es que Nintendo le puso los cuernos a Sony con Philips encargándole el mismo proyecto. Cuando Sony se enteró, cortó con Nintendo y desarrolló su propia consola, el Playstation).

No. Me inscribiría al siguiente semestre a pesar de que eso equivalía a escalar las Montañas de la Locura.

Lo que me salvó la carrera, lo que me permitiría concentrarme lo suficiente para ignorar mi sed de bytes, fue el rock.

Estaba yo en casa de un compañero asaltando sus notas y sus exámenes (que él si pasó) cuando vi su música. Le pedí prestado dos casetes (como un VHS, pero de música y que se grababa por los dos lados, como un acetato, diferente de un 8-track, que a su vez es más práctico que el rollo de cera) el soundtrack de Flashdancey otro que en la portada tenía unas calaveras en una cruz.; cada calavera con un sombrero diferente.

Cuando llegué a casa, en un pequeño cuarto de lámina que había en el patio, que acondicioné para estudiar lejos de mi hermano (era Megaman 4, creo), puse el casete de las calaveras. Y mi mundo cambió. Axel Rose y compañía me dieron la bienvenida a la jungla y me dieron algo más. La capacidad de concentrarme por completo en una tarea. Hasta ese momento, no lo sabía yo (después de todo, así había sido toda mi vida, ¿por qué habría de ser extraño?), pero mi atención se dispersaba en mi ambiente. Guns And Roses, y después Metallica, y después Joe Cocker, y después otros tantos, me permitieron aislarme del mundo durante el reto más grande hasta ese punto de mi vida.

Finalmente vinieron los exámenes. Los pasé, algunos amigos se quedaron en el camino. A algunos los volvería a ver, a algunos otros no.

A algunos otros amigos, pese a que ya me había regularizado, no los vería, por mi decisión, hasta casi medio año después. Consideré mi deuda pagada cuando me inscribí al cuarto semestre estando regular. Mas o menos seis meses después de haberlos dejado, regresé a los videojuegos. A tiempo para el Stree Fighter II.

Después vendría un gran cambio más, esta vez por Pink Floyd, y después me enamoraría de Led Zeppelin, y más adelante The Who y otros igual de importantes. Pero a todos ellos los conocí en la vocacional y mientras estudiaba la ingeniería, pero todo ello gracias a que Guns And Roses (Lies, Apetite y los dos Use you Illusion) y el álbum negro de Metallica me permitieron superar mi necesidad de juego en las primeras dos semanas. El resto del tiempo… El resto del tiempo los escuché por puro gusto.

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