lunes, 10 de mayo de 2010

El Nintendo.

Sería para inicios de 1990 cuando mis padres hicieron lo que en aquel entonces era un esfuerzo supremo para comprarnos a mi hermano y a mí un Nintendo.

El NES salió al mercado en el '83 para Asia, y en el '85 para el resto del mundo. Sin embargo, el '85 no fue un año muy celebrado en la ciudad de México. Ahora bien, si me preguntan por qué el NES llegó a mi casa hasta el 90, la verdad es que no sabría que responder.

Podría optar por decir que la mía no era una familia adinerada y que por eso tardamos tanto en tener esa consola, pero la verdad es que fuimos los primeros en nuestra calle en tener un Nintendo. Voy a suponer, de momento, que se debió a las leyes arancelarias que Salinas, el presidente en turno, tuvo a bien acomodar. Mucho más abierto que López Portillo o que De La Madrid... No lo se. Mientras que el Atari, allá por el '80, '81, se conseguía sólo en la fayuca de Tepito, o importada a precios altísimos, recuerdo perfectamente que ese año, el Nintendo se peleaba con el Master System en los puestos de los tianguis de Corregidora, San Felipe o el mismo Tepito. A un precio mayor, pero aún accesible, se encontraba en Gigante o en Aurrerá (no se si Sears o El Palacio; no eran tiendas en las que compráramos).

Como iba diciendo. Me encontraba en 2o de secundaria. Mi hermano, menor que yo, estaba aún en la primaria. Ambos habíamos dejado atrás la magia de la inocencia del 6 de enero. Afortunadamente, eso no era motivo para que mis padres no hicieran el mismo esfuerzo que año con año venían haciendo desde 1977. Ese año, en el zapato de mi hermano, había $200,000 pesos, más otra cantidad igual en el mío.

Ahora, para quien lea esto y no tenga idea de por qué algunas viejas revistas tienen en su etiqueta de precio "N$20.00 (precio pacto)", resulta que hace muchos años, la inflación y la devaluación de la moneda alcanzó un nivel tal, que se decidió que nuestra moneda tenía muchos ceros. Asi que entre el entre el '93 y el '96 reimprimió la moneda para quitarle ceros y durante esos años, la moneda llevó la N frente al $. Asi que cuando digo $200,000, en teoría serían $200, aunque claro, tengan en cuenta la devaluación de ese entonces para acá.

Con todo, mi hermano y yo fuimos tan temprano como se pudo a Tepito a comprar nuestro Nintendo. Ahora, imaginen un 6 de enero donde ese fue el juguete mas comprado, seguido del Master System (para los padres que nunca escucharon a sus hijos). Obviamente estaba agotado y los vendedores estaban ya empacando para irse a dormir después de la noche mas agitada el año para ellos.

Como dije antes, el esfuerzo fue enorme y no lo fue sólo por el dinero. Esos fueron días en que mi familia estuvo muy cerca de desbandarse. Pero todo estaba en segundo plano, porque ese día, a esa hora, estabamos mas bien preocupados porque no encontrábamos la bendita consola por ningún lado.

Caminamos todo el Eje, luego calles adentro, finalmente de vuelta al Eje, y nada. Cada insinuación de mis padres de que mejor regresábamos a la siguiente semana fue recibida con gruñidos. Ambos, mi hermano y yo, sabíamos perfectamente que si nos retirábamos, no tendríamos el dinero completo para la siguiente semana. Sabíamos que si de algún modo lográbamos no gastar el dinero, tendríamos una semana eterna hasta regresar por la consola. Y sabíamos que aún con el dinero, y con un fast-forward a la siguiente semana, tendríamos que agarrar de buenas a mi padre para que nos llevara de nuevo a engentarse a Tepito (cosa que odia hasta la fecha). No. Retirarse era el peor curso de acción.

Ahora bien: Siempre que comprábamos algo en lo mas profundo del Tepito, lo que fuera, encontrábamos algo idéntico, pero mas barato, a solo unos pasos del estacionamiento, o al menos eso solía decir mi padre mientras, malhumorado, guardaba las cosas en el auto. Es por eso que mientras caminábamos de vuelta al auto, yo me resistía a bajar la vista como había hecho mi hermano ante las negativas que habíamos encontrado.

Y sucedió... o algo así.

El paquete oficial, recordarán todos los que vivieron esos días, constaba de la consola, los dos controles, los cables de conexión (a quién le importan, es obvio que deben venir, si no, como juegas, no?), el zapper, y un cartucho con Super Mario Bros. y Duck Hunt.

Pues no. Este tenía solo la consola. Los dos controles y los (obvios) cables de conexión. No contenía ningún juego, era el último paquete, no tenía zapper, y costaba $480,000. Y ahí sí, se nos fue el mundo al diablo.

Lo único que quedaba por hacer, la ultima oportunidad, sin importar que no había dinero, que mis padres estaban por separarse, que probablemente habíamos agotado lo que quedaba de suerte, fue mirar a mis padres con cara triste. No tengo hijos, pero intuyo, quizá a nivel primitivo, que esa mirada puede hacerte cometer grandes actos de amor... por ponerle una palabra bonita.

Mis padres se miraron, desembolsaron los otros $80,000 faltantes, y como pago se conformaron con la amplia sonrísa de sus hijos, que, en el momento en que pusieron sus manos en la caja, se olvidaron del mundo.

Afortunadamente mi madre estaba ahi para evitar una catastrofe del tamaño del
Gimli Glider y negoció con el vendedor que incluyera un juego de los 2 que aún le quedaban. Y porque deveras hay un Dios, el vendedor aceptó.

Una semana después, mi madre llevó "al monte" la televisión a color y algunas joyas, porque no había dinero para comer. Pero no importaba, porque mi hermano y yo podíamos seguir jugando
Golf en la vieja televisión B/N que estaba en nuestra habitación. Ciertamente, Golf no era siquiera un juego divertido y pasarían aún muchos meses antes de poder comprar juegos decentes, pero la otra opción era Ma-Jong.

En retrospectiva, y mientras leo mis memorias de ese día, me doy cuenta de que mi hermano y yo debimos parecer un par de niños consentidos y egoístas (no que las cosas hayan cambiado mucho en estos 20 años), pero hay algo mas ahí, algo no tan evidente, y es que, a pesar de los problemas que mis padres tuvieron esos días, y de todo lo que se revolvía en mi cabeza en ese entonces, tanto dentro como fuera de la familia, a pesar de que el único juego con que contábamos era Golf, siempre recordaré ese día que mis padres dieron todo lo que pudieron y aún mas por nosotros. En ese momento estábamos maravillados con el juego. 20 años después sigo maravillado de mis padres.

... aún así... Golf... chale.

1 comentario:

  1. Interesante anécdota mi estimado. Me late este experimento tuyo de contextualizar los videogames con lo que pasaba en aquellos tiempos. Mi primer videojuego fue el atari, y tenía bonches de cartuchos, me arrepiento de no haberlo conservado. Mi papá y yo nos reíamos de que mi mamá se moviera con todo y el control, no sabíamos que era clarividente, ella ya jugaba Wii.

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