domingo, 30 de mayo de 2010

Les juro que no es comercial.

En la vocacional solíamos decir “si no te han timado en Republica del Salvador, no has ido a República del Salvador”.

Antes de que algún lector salvadoreño repare, me refiero a una calle del centro de la Ciudad de México.

Antes de que los que han ido a comprar pedazos de computadora concuerden, debo decir que en mucho, no hablamos de la misma República.

Hace muchos años, cuando estaba yo en la vocacional, dado que estaba inscrito en el taller de Electrónica, seguido iba yo a esa calle. En esos entonces, a comprar componentes electrónicos. Ahora transistores, ahora resistencias, ahora rapid circuit y cloruro férrico, ahora integrados.

En esos entonces, esa calle (no la plaza que tiene fachada en Uruguay, Salvador y Eje Central) contenía un sinfín de tiendas de electrónica. Conforme uno caminaba hacia el zócalo, con un pequeño respiro de tiendas de música, República cambiaba de giro a un montón de tiendas especializadas de papelería. Por ello, los compañeros (y más importante, las compañeras) del taller Construcción solían decir cosas similares de la misma calle.

Se dio que fui a conseguir por primera vez mis integrados para electrónica digital. Por supuesto, el profesor, quizá queriéndonos enseñar en un sistema mayéutico/manchado, nos envió a buscar integrados muy específicos de Motorola y de tipo HS. Cuando en Steren me dijeron que solo tenían uno solo de mi lista y costaba el equivalente actual a cuatrocientos pesos, pensé que era probable que la lista estaba equivocada… O que Steren no tenía suficiente surtido.

El destino quiso que la siguiente tienda donde pregunté fuera una muy particular:

No me extrañaría que atendiera un viejo chino que vendiera Gremlins. Pequeña, muy pequeña, con espacio para apenas unos pocos clientes. Un escalón por debajo de la banqueta y mostradores con vitrinas superiores de madera amarilla y vidrios gruesos, opacos y ya verdosos. Poca iluminación y cajoneras de madera de piso a techo sin etiquetas. A decir verdad tenía más olor a tlapalería que a tienda de electrónica.

Tras unos lentes de doble fondo, un hombre grande, de edad y tamaño, de bigote amorzado y cabello de genio loco, me atendió. Debió notar mi cara de desesperanza al recitarle mis integrados, porque después de sonreír me preguntó para qué tipo de aparato eran. Estoy seguro que no hubo un zape mental implícito, porque es obvio que cada año la nueva generación de estudiantes tarde o temprano caía por ahí con la misma cara de duda.

Lo que si hubo, fue mucha paciencia de su parte. Me explicó que los integrados que necesitaba eran tremendamente comunes, excepto que en realidad no necesitaba que fueran HS ni tampoco Motorola. No al menos para proyectos escolares. Terminé saliendo de ahí con integrados apropiados, a muy buen precio (en dinero de hoy en día, un promedio de 12 pesos por integrado), y más importante aún, con mas conocimiento del que tenía al entrar. No solo en integrados, sino en el mero hecho de que muchas de esas tiendas eran atendidas por gente con el mismo gusto que yo; “de los míos”. Obvio decir que mientras necesité componentes de ese tipo, ese fue mi lugar favorito.

Fast forward a la época actual, acompañé a Eva, mi roomate, a comprar unos audífonos inalámbricos para su computadora. Ahora, sí, a la República del Salvador más conocida por la Plaza de la Computación.

Uno está perfectamente de acuerdo con que la gente del software en la calle (que además tiene sus oficinas de venta en las mesas del McDonalds, pero eso lo dejo para otro post), no tiene idea de lo que vende. Para ellos es lo mismo el Acrobat Reader que el Acrobat Professional. Y poca distinción hacen entre el Starcraft para PC y para Mac (nuevamente, otro post, circulando, circulando).

Sin embargo, de algún modo, aunque quizá matizado por mi fe en la gente esperábamos que, si se dedican a vender audífonos, ratones, teclados y demás accesorios de usuario, por lo menos supiera que ese tipo de audífonos son comunes. Si bien no del todo en el mercado comercial al momento de ir a buscarlos, tampoco son algo de lo que no se hubiera escuchado.

El primer puesto donde alguien le dijo “no señorita, de esos no hay” se ganó una mirada condescendiente de parte de ella. Los siguientes, donde incluso topamos con miradas de “esas son cosas del diablo” nos dieron una idea del panorama general.

No fue una sorpresa, yo había ya armado algunas computadoras con componentes comprados ahí mismo, por lo que sabía de experiencia que lo mejor es llegar con tu propia lista y jamás jamás jamás dejar que el vendedor escoja.

Pero de todos modos sentí la pérdida de la imagen romántica que tenía del lugar. Es como haber andado con una chica simpática de la que te separas en buenos términos y la encuentras muchos años después tirada en un callejón abrazada a una botella y con marcas de agujas en la parte interior del codo.

Bueno, quizá no tanto, pero dejaré el texto así, por el bien del drama.

A partir de ahí, todas las misiones a República son contra tiempo:

- Entras.
- Buscas lo que vas a comprar.
- Pagas.
- Sales tan rápido como puedas.

Es una visita a un pariente incómodo.

Más aún, no es el único lugar:

Cuando recién me mude a mi actual hogar, años atrás, fui al Blockbuster local a actualizar mi suscripción. Aprovechando, le pedí a la dependiente si de casualidad tendría Taxi. Una película que me había evadido hasta ese momento. La chica me dijo “¿la de los taxistas y el policía que no sabe manejar?” (asentí sonriendo). “¿Qué andan cazando a unos asaltabancos?” (asentí con una sonrisa aún mas grande) “Sí, si la tenemos, voy por ella” (miré a Eva con ojos de cachorro emocionado) “mire, aquí la tiene” (de mi rostro huyeron todas las emociones, salvo una enorme indignación) “No… la de Queen Latifah no… quiero la de Luc Besson” dije conteniendo mis emociones (Eva contenía la risa).

Es difícil ser amable con un mesero que no es amable con nosotros, o de mostrarnos razonables con un vendedor que nos quiere vender lo que no necesitamos otorgándose un título de "experto" para el que no califica. Eso desafortunadamente nos ha creado una coraza de atención. Los vendedores se convierten en un personaje, dejan de ser una persona y pasan a ser una función.

Fue por eso que me tardé en darme cuenta del cambio de trato:

Hace unas semanas fui a Blockbuster. No el mismo de Taxi, sino otro en Av. Camarones, cerca del Casco de Santo Tomás. Ya sé que parece comercial, pero merecen la mención.

En esa ocasión terminé comprando Street FIghter IV. El dependiente vio el disco e hizo comentarios variados sobre el juego. Concordamos en que Blanka es el personaje más amigable para novatos. La plática se fue a Killer Instinct y Cinder, Rare y la posibilidad de que salga a XBLA.

Un par de semanas después, un sábado temprano por la mañana fui a comprarme una consola portatil. Siendo la hora que era y que no había nadie, me tomé el tiempo para comparar los modelos. La dependiente tuvo la atención de abrirlos, dejarme ver el manual. Me platicó de que si el tipo de memoria, que si el tamaño de la pantalla, de juegos que valieran la pena “no de esos juegos para niñas” (sic). Salí contento con mi DSi. Bien atendido y con la confianza de que, al menos esta chica, sabía lo que vendía.

Finalmente, hace unos días Eva y yo fuimos a rentar un par de juegos. Cuando llegamos a la caja, el dependiente nos ofreció hacernos socios distinguidos. ¿Qué qué es un socio distinguido? Eso ya sería caer en un comercial, pero la razón por la que aceptamos fue porque nos supo vender la idea: “Eres una persona más o menos así. Por los juegos imagino que les gustan de este tipo, y las ventajas te ayudarían por esto y esto…”

Vio al cliente, lo analizó, le ofreció el producto y lo vendió. Un buen trabajo.

Íbamos ya en el taxi de vuelta a casa mientras recapacitamos; Tan acostumbrados a los dependientes que te dan el avión o que en realidad no dominan el producto que perdimos la oportunidad de en realidad interactuar con personas, no con funciones.

Quizá solo fueran coincidencias. Quizá es parte de su entrenamiento en un negocio que se creería en vías de extinción. Quizá el resto del personal es tan malo como los de República (lo dudo), o quizá simplemente nos endulzaron el oído. El hecho es lograron la venta y nosotros salimos contentos. Sería sumamente raro que alguien de ese Blockbuster leyera este blog, aunque nunca se sabe, pero si acaso lo leen, felicidades; están haciendo un buen trabajo.

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