lunes, 7 de junio de 2010

Triple Moral.

La primera vez en que dispuse de una computadora (competente) para mi uso personal, junto con internet (gloriosos, aunque primitivos días del dial-up) fue allá como por el 2000. Después del fraude apocalíptico el Y2K.

Nunca he sido un ser nocturno. Eso pueden atestiguarlo muchas personas. Dormir, para mí, es una obligación vampírica, pero recorrida 12 horas.

Hasta la fecha, a saber, me que quedado dormido:
-Conduciendo un Warthog en Halo.
-Atravesando Azeroth en mi Frostsaber en WoW.
-Mastereando en Call of Cthulhu (si, mastereando dormido).
-Dibujando planos en restirador.
-Dibujando planos en AutoCAD.
-Dibujando planos con crayones (fue un proyecto desesperado).
-Piloteando en Ace combat (en el 1, 2, 4, 5 y 6. En este último, jugando en multiplayer).
-En el estreno nocturno de Episodio III (y casi no la libro en El Retorno del Rey, además de muchas otras menos importantes).

Pero el impacto de tener toooooooda esa información a la mano me mantuvo despierto más de la cuenta. Debí haber pasado el primer mes yendo a dormir a las 4, teniendo que despertar a las 6 para llegar a trabajar a las 9 a Las Lomas de Chapultepec desde San Cristóbal, Ecatepec.

Afortunadamente dejé de trabajar para esa compañía antes de morir por falta de sueño.

Justo en esos días, encontré un artículo en una revista en la que venían links para descargar aplicaciones que podían reducir los archivos de música a solo unos megas, e incluso una revolucionaria aplicación para buscar y descargar canciones desde las computadoras de otros usuarios. Así de casual fue el modo en que supe por primera vez del Napster.

La primera canción que bajé fue You can call me Al, de Paul Simon. Del famoso Graceland. Disco que por más que le busqué, jamás encontré. Ahora, veamos: Las librerías de toooooda esta gente. A cualquier hora que quiera. Las canciones que quiera. Por el mínimo costo aproximado de 25 minutos por canción (con mi conexión, la tasa ideal de transferencia era de 4.1kbps). Mi primera idea fue: “¿cuánto durará esto? No puede ser mucho antes de que los artistas cierren este lugar”. Mi segunda idea fue “si sabes que lo van a cerrar, ¿porqué pierdes el tiempo pensando en lugar de bajar más canciones?”.

Y canciones bajé; después de Napster, vino Audiogalaxy, después Kazaa, después LimeWire y después Ares.

Ahora, no estoy tratando de establecer un juicio moral. No estoy diciendo “esto está bien y esto no”. Habrá quien lea esto y compre sus juegos estrictamente en Liverpool o estrictamente en Meave o los baje estrictamente de cualquier torrent. Eso ya es cosa de cada quien.

Lo que sí quiero hacer es dar gracias.

Ya lo comente antes. En los tiempos en que la especie humana era joven y bárbara y primitiva (ahí por los 60s), la música se escuchaba en solo 3 formatos, o el radio, el 8-track, o el acetato. Podríamos llamar Discos a los Acetatos, como se les llamaba comúnmente, pero no quiero confusiones con un CD.

En esa época, grabar música de modo casero era solo para los que podían pagarse un costoso equipo para los 8-tracks, cosa que cambió radicalmente en los 70s (la edad media) con la introducción del Compact Cassette, mejor conocido como “caset”, o simplemente Cinta.

La maravilla alrededor de éste formato se encontraba e que ya no eran necesarios grandes equipos especializados para grabar música o voz en casa. De pronto, se volvió fácil grabar música. Ya fuera poniendo un disco prestado en tu tocadiscos y grabando al cassete, o sintonizando el radio y poniendo a grabar en el momento en que comenzaba la canción deseada (con todo y locutor o ID de la estación), obtener música ya no requirió comprar forzosamente el álbum. Pronto, del mismo modo que con Napster (aunque un poco más social y un poco menos tecnológico), mucha gente comenzó a prestarse sus cintas, incluso a intercambiarlas. Y, del mismo modo que con Napster, los ejecutivos de las disqueras pegaron el grito en el cielo.





Pero la industria no se murió. Continuó hasta la fecha, y continuará, del mismo modo que no se murieron los libros con la imprenta ni el teatro con el cine.

Cierto es que no era tan fácil como buscar, bajar y reproducir cualquier canción sin levantarse del sillón, pero los primeros pasos estaban ahí, lo estuvieron, de hecho, desde que a alguien se le ocurrió que era más fácil cargar un rollo de cera que traer a una orquesta sinfónica a tu sala para interpretar a Brahms.

Esto es, por supuesto, un arma de doble filo. Al tener una mayor disponibilidad de esa información, es mucho más fácil distribuirla, y al poder hacerse de modo casero, simplemente no hay modo de evitar la piratería. A pesar de que se supone que en nuestra ciudad se persigue de oficio.

Es un poco difícil abogar en contra de la piratería cuando ésta ocurre a la vista de las autoridades, como en el caso de la banqueta de Eje Central frente a la Plaza de la Computación, donde los vendedores utilizan las mesas del McDonalds como zona de intercambio comercial.


Es un poco difícil abogar por los autores cuando hay casos como el de Ubisoft, la casa editora de juegos como Assassins Creed o la serie de juegos de Tom Clancy. Su sistema de licencia obliga a los jugadores a estar conectados a la red, autentificando su licencia siempre que quieran jugar. Si te desconectas, adiós sesión. Así que estás obligado a más requisitos para jugar el juego por el que ya pagaste.

Es un poco difícil abogar por los grupos de empresarios en contra de la piratería cuando te encuentras que te ponen anuncios contra la piratería en salas de cine por las que ya pagaste tu boleto o por los aumentos en los costos de los productos con respecto a otros países. Cierto es que mucho de ello se debe a impuestos arancelarios, pero quizá, y probablemente es una visión cándida de los negocios, si se encargaran de encontrar el modo de bajar sus costos habría menos demanda por películas piratas. Un buen comienzo sería dejar de gastar en anuncios de cine.

Es difícil abogar por los usuarios que compran versiones piratas cuando se escudan detrás de argumentos complacientes como “¡la información quiere ser libre!” o “es mi modo de mostrar mi descontento con el sistema”.

Afortunadamente no es mi papel abogar por nadie. Este post se titula Triple Moral, porque a veces con una doble no basta. Cada quien tendrá su propia posición al respecto. No me toca opinar ahí. Ya sea que bajes música desde iTunes o cualquier otro medio comercial legal, o que uses un P2P para bajar tu música sin pagar, el hecho sigue siendo que eso nos permite obtener cosas extremadamente difíciles de conseguir por otros medios. Por tonto o cotidiano que eso pueda parecer el día de hoy, hace diez años era descabellado. Hay mucha polémica, pero también la hubo con el rock, la minifalda y con los bailes donde el hombre abrazaba a la mujer (no en orden cronológico).

A fin de cuentas, en lo que a mí respecta, doy gracias de que contemos con la posibilidad de poder conseguir cosas tan banales como esta.

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